Durante casi 100 años, Coíba estuvo habitada solo por criminales y presos políticos. Ahora es una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta.
Establecida en 1919, la isla era un castigo para los criminales más peligrosos de Panamá, o para aquellos que enojaban a las personas equivocadas. A diferencia de un penal en el que se alojan delincuentes dentro de murallas con forma de fortaleza, en la isla de Coíba, la mayoría de los presos estaban diseminados por toda la isla en 30 campamentos improvisados, creando refugios en entornos naturales.
Los prisioneros que intentaron escapar fueron disuadidos por los tiburones y cocodrilos que habitaban en las aguas de la isla.
A medida que la isla se vuelve más popular y de más fácil acceso, las unidades militares panameñas que supervisan la isla carecen de personal suficiente para patrullar eficazmente, y las especies únicas de la isla se han vuelto susceptibles a la caza furtiva. La pesca ilegal también se ha convertido en un problema a lo largo de los delicados arrecifes de Coiba.